jueves, 25 de noviembre de 2010

A todos nos pasa

No hace mucho tiempo atrás fui de visita a la casa de una gran amiga. En un momento dado, y por un hecho puramente casual, recordé algo que me había pasado en su compañía y que me provocó cierto dolor. Dolor por mí. Por algunas propias y posibles incapacidades, o errores, o falencias. Por querer asumir una responsabilidad que ni siquiera sabía a ciencia cierta si me correspondía, pero que hice mía. Ese recuerdo de alguna manera me turbó. Como mi amiga me conoce bien enseguida se dió cuenta que algo me afectaba, y me convenció para que se lo contara. Y ahi pasó... La reacción de ella fué, para mi, completamente inesperada, exagerada, desmedida. Sé lo gran persona que es, de su inteligencia y de cuánto me aprecia. Pero a pesar de eso interpretó mi dolor como un ataque hacia ella y sus procederes, y, como un animal acorralado, atacó...
No entiendo por qué razón el ser humano se comporta de esa forma. Y digo el ser humano porque todos embestimos mas o menos igual. Alguien dirá que es por nuestro origen animal, por instinto de conservación. Pero lo que distingue a los humanos del resto de especies animales es precisamente su capacidad de razonar. ¿Porqué a veces no la usamos? A ti, a mí o a cualquiera nos pasa. Por diferentes razones, bajo distintas circunstancias, por diversos motivos, algo o alguien nos enciende la mecha y ¡¡zas!! Explotamos sin pensar.
Me resisto a contabilizar la cantidad de veces que actué de esa forma. Porque fueron demasiadas, porque ya he hecho daño. En cambio me propongo, cuando sienta que la mecha esté a punto de encender, realizar el ejercicio de respirar profundo. Buscar argumentos y exponerlos con sencillez y tranquilidad. Escuchar razones porque no soy dueño de la verdad. Aceptar discrepancias. Pedir perdón. Haz lo mismo. No nos convertiremos en la Madre Teresa, pero de seguro, viviremos mucho mejor. Que así sea.
Ahhh! Para los curiosos que quieran saber cómo terminó el enfado les cuento que después de varios días de cruzarnos e-mails, llamadas telefónicas y una visita creo (solo creo) que me entendió...

1 comentario:

  1. Trato, desde hace muchos años, de no reaccionar así. Si no es momento de hablar con el otro, me llevo la inquietud y analizo, razono, y sobre todo, me pongo en el lugar del otro o en el lugar de alguien que ve las cosas desde afuera. Siempre hay razones y aunque a veces uno no las comparta, las puede comprender. Desde ese lugar las relaciones se recomponen y los rencores no existen. Y uno vive mucho más tranquilo...
    Eliana

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