sábado, 2 de noviembre de 2013

Echo de menos...

Echo de menos los abrazos de oso de mis hijos, a los mediodías de domingo alternando en la tele lucha y carreras. A Martín Karadagian, al Ancho Peuccelle y al Caballero Rojo y su aliento caliente en mi cabeza...

Echo de menos la canchita de futbol de mi barrio, al "pan - queso" y al ir al piso aún a riesgo de lastimarme, porque en cada pelota se nos iba la vida...

Echo de menos a Styx y su "Babe" sonando en los bailes del S.I.Q., al Snack en la Plaza de la Cruz con el Negro, y a la vuelta posterior en su Taunus para pispear el panorama...

Echo de menos los partidos de golf con el Gaita, por el alfajor y la Coca; al par 5 del Ranelagh y a la copa que ganamos juntos...

Echo de menos el trabajo donde la retribución no sea solo el salario; a asumir responsabilidades, a tomar riesgos. A cobrar en especias...

Echo de menos Palma de Mallorca, y a la hermosa sensación de haber vuelto donde jamás había estado. A los abuelos y a Antonio. Y a mi viejo... ¡¡cuánto!!...

Echo de menos mi moto, y esos paseos sin rumbo, disfrutando carreteras, paisajes, y el ambiente motero en cada alto en el camino. A ir de pueblos sin prisas, tomados de la mano, contigo...

Echo de menos los asados en la quinta de Caña, a las peleas de Tyson que duraban lo que un bocado. A las horas de pool en Manhatan, al backgammon, al Blenders y a Acapulco...

Echo de menos las noches de viernes en el taller, dándole los últimos retoques al fórmula antes de las carreras; al café batido a taladro; a la felicidad de un podio y a la decepción de un abandono...

Echo de menos al 2CV y a la Fuego, y a la Silverado hecha monster. A los sorteos con moscato...

Echo de menos al Club Ducilo y a los entrenamientos con el Gato. A la Maxply y a la limonada de don Siri. A las zapatillas blancas teñidas de polvo de ladrillo; y al "meta vivir nomás..." de Panchito...

Echo de menos, pero no sufro por ello, porque todo lo que extraño, en definitiva, lo he disfrutado tanto como hoy disfruto de otras cosas a las que, en un tiempo y afortunadamente, también echaré de menos...

martes, 17 de julio de 2012

Por derecha o por izquierda

Cuando era un crío, tanto con mis amigos del barrio como con mis compañeros del colegio solíamos jugar a un juego en el que dos equipos tiran de una soga, intentando llevar al bando contrario a territorio propio. Es un ejercicio que no solo requiere fuerza bruta, sino también coordinación en el esfuerzo, equilibrio e inteligencia. Este juego me parece una buena alegoría para retratar a la política de estos tiempos.

Hasta la caída del muro de Berlín los dos equipos eran el comunismo y el capitalismo, claramente diferenciados. El pulso nos mantuvo en vela por décadas, y con muchos momentos de sobresaltos. Y hubo un claro ganador: el equipo comunista cayó al campo capitalista con tal violencia que los jugadores se mezclaron y es, desde entonces, difícil diferenciar quien pertenecía a quien; y tanto que hasta los chinos demostraron que se puede ser comunista en cuanto a su concepción política adoptando una economía capitalista.

Y los chicos quisieron seguir jugando... Así que en el campo "Capitalismo" se formaron dos equipos, tomaron la soga y, ubicándose muy cerca los unos de los otros, comenzaron a tirar otra vez. Por ahora la lucha se mantiene pareja; los de la izquierda y los de la derecha se alternan una supuesta supremacía pero sin diferencias demasiado claras; y esto es así porque, en realidad, sus ADNs políticos y económicos son similares, con solo pequeños matices de diferencia.

Ante una crisis como la actual, furiosa y global, todos estaremos de acuerdo en la necesidad de hacer ajustes porque, si la economía no crece y se mantiene el nivel de gastos de antes de la crisis, caeremos en un déficit sobre otro difíciles de sostener. Es como en casa: si me bajan el sueldo debo achicar gastos y optimizar los recursos o no llego a fin de mes. Y en esa gestión de los recursos, en las prioridades sobre su uso, es donde se encuentran las diferencias de ADN...

Todavía no hemos podido responder a la cuestión del huevo o la gallina. Sanear el sistema financiero, para que puedan prestar a las empresas, para que aumenten la producción y creen empleo, como pregonan las voces que vienen desde la derecha; o no recortar beneficios sociales, incentivando obra pública para que la población tenga empleo, para que consuma, para producir más como gritan desde izquierdas... Los resultados logrados con ambas políticas no son contundentes. Ninguno de los dos equipos ha logrado aún vencer en el tironeo. Y, me temo, así seguiremos fluctuando ciclicamente, haciendo que (como dice Piedrahita) los gobiernos sean como un exprimidor: te exprimen por la derecha, para luego hacer lo mismo por la izquierda, jugando con el descontento de la gente...

(Por mi parte prefiero ponerme del lado de los que tiran para la izquierda. No me van el rescate a los bancos, ni la amnistía fiscal a grandes empresas que, en su mayoría, depositan su dinero en paraísos fiscales mientras presionan al autónomo, ni la subida de impuestos al consumo. Prefiero que bajen el IVA y otros para que podamos comprar más con el mismo dinero, y así empezar a hacer girar la rueda productiva.)

Las similitudes las conocemos, y nos alejan de esa clase política. Ni derechas ni izquierdas proponen reducir el aparato político; no recortan subsidios a partidos, sindicatos o iglesias; no se bajan sus suculentos sueldos; ni hacen desaparecer organismos que se duplican para una misma tarea. Por la incapacidad, impericia o, en el peor de los casos, falta de voluntad de realizar esos recortes estructurales el pueblo tiene la necesidad (y casi la obligación) de manifestarse evidenciando el descontento. Los gobernantes deben saber que la población a la que dicen representar no quiere ser escuchada solo a través de las urnas. El compromiso del político con sus representados debe ser permanente. Es hora de que entendamos que, con una crisis como la que atravesamos, tenemos mucho que decir. Parafraseando a Alfredo Barragán: "¡¡QUE EL PUEBLO SEPA QUE EL PUEBLO PUEDE!!"

domingo, 1 de julio de 2012

Principio de Incertidumbre

Mi padre ha sido un buen padre. Como tal tuvo muchísimas virtudes y algunos defectos, al contrario de lo que he sido yo como hijo. Me dió mucho, y le devolví menos. Sin intención de evaluar mi relación con él puedo decir que lo que sí eché en falta fueron momentos de charla profunda, de esas que desnudan el alma, que muestran lo escencial de la vida en general y de nosotros en particular. Solo hemos tenido una, hace por estas fechas ya 6 años...

El tema de esa charla fundacional fué "La Muerte". No era raro, él estaba ya muy enfermo, el plazo de sobrevida que habían dado los médicos expiraba; y lo sabíamos y lo aceptábamos. Igual me sorprendió. Tumbado en su cama, de donde casi no salia, me preguntó: "Negro... ¿qué hay, para ti, después de la muerte?"... Pensé en responderle lo que él quería escuchar pero, en verdad, no sabía qué era. Luego pensé en elegir contarle de entre las respuestas posibles la más llevadera, la menos traumática, la más liviana; pero durante todo el proceso de su enfermedad demostró una entereza y una valentía tal que no merecía otra cosa que saber la verdad, por más dolorosa que esta fuera... "Nada - le dije - pero en realidad no importa lo que yo piense, sino lo que tu sientas"... "Pues yo creo que me reencontraré con tus abuelos, y con Antonio..." me contestó. Se quedó callado, supongo que imaginando...

No hay términos medios. O hay algo o no hay nada. No se puede escapar de la disyuntiva, hay que tomar partido, convencerse, aceptarlo. Porque esa opción por una u otra idea sobre nuestro morir condicionará nuestro vivir.

Por lo general, el que cree en una vida después de la muerte la imagina idílica, paradisíaca. Recorre el blanco tunel iluminado, y al final lo esperan sus seres más queridos, esos que recorrieron el mismo tunel antes. Algo así relatan quienes, antes de llegar al abrazo, pudieron retornar. El tránsito por la vida, entonces, es un simple recorrido obligatorio para llegar al objetivo, a un estado superior, perfecto, eterno...

Lo que pensamos que no hay nada atribuimos esas "visiones" de túneles y seres queridos a un complicado proceso químico que se produce en el cerebro mientras este se apaga; o a otra causa, dá igual; porque ni una ni otra teoría está demostrada cientificamente. Y debemos considerar a la vida como el único objetivo. La muerte es su conclusión. Lo que hagamos "aquí" es todo cuanto importa, y todo tiene consecuencias.

Como el Principio de Incertidumbre de Heisenberg que nos dice que hasta la simple observación a un objeto perturba sus propiedades al punto de modificarlo.El mundo sería distinto si en vez de habitarlo nosotros, todos y cada uno, con su nombre propio, lo hubieran habitado otros...

Me sobrecoge entonces la idea de las cosas que han cambiado solo por haber estado yo allí... Me gustaría saber en que has cambiado por haber estado conmigo... Me enorgullece haber cambiado por haber estado contigo... Principio de Incertidumbre; no podría vivir de otra manera...

martes, 10 de abril de 2012

La Cita


No, todavía no, por favor. Déjame quedarme unos minutos más. Ya sé que se me puede hacer tarde. ¿A quién se le ocurrió la genial idea de que el despertador vuelva a sonar después de apagado? Hace años, al menos podía excusarme diciendo que lo apagué de forma casi instintiva, que el manotazo se lo di dormido. Pero ya no, ahora insiste. Y, para colmo, también estás tú, que no dudas en sacudirme del hombro; a veces con violencia, siempre sin contemplación. ¿No te pasa que, a veces, la cama sabe distinta? No tiene que ver con las sábanas, no. Tampoco con el cansancio que tengo acumulado, ni con la cantidad de horas que llevo durmiendo, que tampoco son muchas, y es que anoche me costó conciliar el sueño. Es una sensación sobrecogedora. Como si cada terminal nerviosa de mi cuerpo capte el contacto cálido y protector del colchón y hagan que los músculos se relajen laxos, maleables. Ríete si quieres. Tal vez sea curioso que justo hoy sienta eso. Pero es la verdad. No quiero encubrir mis miedos, no es eso. Tampoco quiero eludir lo que me toca. Ya me conoces, no le doy la espalda ni a los desafíos ni a las responsabilidades. Además ¿cuánto hace que sabemos que este día llegaría?

No hace falta que me traigas el café. Me gusta prepararlo, es parte de mi ritual. Y puedo aprovechar para echarle una última ojeada a los papeles. Hace unos días que están listos. La carpeta verde es la que te dejo, los míos están en la negra. Por suerte, al menos en este tema, todo salió medianamente bien. O todo lo bien que la soberana burocracia permite. Permisos, autorizaciones, poderes, declaraciones juradas, apostillados. Conocía esas palabras, claro. No así sus profundidades, ni sus alcances. ¡Doy fe! Perdona, sé que no es momento para bromas.

¿Despierto ya a los chicos o les dejo dormir un rato más? Pobres. Muy tarde anoche todavía los escuchaba. Él tratando de consolarla, de parar su llanto, de mitigar su angustia. Hasta que se durmieron llorando a dúo. Vale, es cierto que ya lo habíamos hablado, que hemos sido claros. Les explicamos sin prisas y con calma (la que no tengo ahora) lo que hoy iba a pasar. Pero son pequeños, y por más esfuerzos que hagan en imaginar el futuro, esa imagen no se ajustará a la realidad en la medida en que nunca les ha tocado sufrir. La imaginación de un niño es amplia y fecunda para lo bueno o lo fantástico, nunca para lo malo. Ya nos lo avisó esa terapeuta amiga de tu prima: primero sufrirán, luego lo aceptarán; aunque es imposible predecir en cuanto tiempo. A propósito... ¿a que es guapa la psicóloga?... Ya, lo he vuelto a hacer, discúlpame, nada de chistes.

Por suerte con la cuadrilla fue todo menos dramático de lo que esperaba. Tal vez ayudó que no les hayamos adelantado el motivo de la convocatoria a la mariscada en casa. Nadie se imaginó nada. Y solo después del tradicional aplauso al cocinero, cuando propuse el brindis y les contamos, pude apreciar la sorpresa en sus rostros. Les duró solo un momento. Lo asimilaron rápido. Ni siquiera Osvaldo, tan proclive a liarla, sobre todo con un par de crianzas encima, dijo algo inconveniente. Luego de un corto silencio (que a alguno le habrá parecido eterno), cada uno dijo lo suyo. Estuvieron bien, justo es decirlo. Cada uno con su estilo, con más o menos fundamento, pero todos sinceros. Solo espero que cumplan lo que prometieron. Que nada va a cambiar. Que después del mal trago seguiremos siendo lo que somos ¿hace ya cuarenta años?... ¡Madre mía!

No me lo digas. Ya es la hora. No hace falta que te quedes ahí, mirando. Prefiero la soledad durante el trayecto. Un último balance. También necesito sacarme un par de dudas. Lo hemos hablado muchas veces en el pasado, sobre lo que cuentan algunas personas que han ido y luego regresado. Entonces pensaba que exageraban, que por sus afanes de protagonismo contaban historias fantásticas para quedar luego como héroes. Ahora no estoy tan seguro. ¿O será que me conviene que sea como ellos dicen? Hablan de emotivos reencuentros, de que han visto gente famosa y muy interesante. No me mires así. Me voy, que esta gente no espera... Además ya los escucho, me están llamando... Ahí, tras la luz cegadora, al final del túnel...

jueves, 22 de marzo de 2012

"Percibirás la verdad cuando no esperes nada..."

Una lluviosa noche de invierno estaba conduciendo por una autovía de dos carriles por mano, bien asfaltada y mejor señalizada. La conocía bien; hago ese viaje de unos 100 kms. con bastante frecuencia desde hace unos 3 años. Ocupaba el carril izquierdo, superando una larga fila de camiones, a una velocidad algo inferior a la máxima permitida. Aquellos que me conocen saben que disfruto conduciendo, y más cuando las condiciones no son las mejores, así que no estaba ni tenso ni nervioso a pesar de la lluvia y la mala visibilidad. Cuando llegué a la cola de uno de esos camiones, su conductor empezó a abrirse hacia mi carril para superar a un coche bastante más lento. Intenté frenar, pero se bloquearon las ruedas traseras y, por un instante el coche coleó. Solté el freno, bajé de 5ª a 4ª velocidad y aceleré con el pedal a fondo. Lo enderecé. Mientras tanto el camionero al fin se da cuenta de mi presencia y, frenando a su vez, intenta volver a su carril. En su maniobra el trailer se le cruza, empezando a descontrolarse. Como última alternativa para evitar el choque me tiré todo lo que pude (mientras pensaba que estaba a punto de darme el tortazo de mi vida) al muro medianera que separa las dos manos y pasé, a escasísimos centímetros de este, por un lado, y por el otro, del camión. Una vez pasado el susto seguí acelerando, golpeando el volante, viendo por el espejo que el camión también había logrado pasar, con mi corazón a cientoymuchas pulsaciones, excitado, gritando "si, si, si" en un "si, el coche sigue entero", "si, sigo vivo", y "si, vivo y en una sola pieza", alabando mi pericia y la del camionero.

Ahora bien... Si quien lee esto es un amigo que me conoció entre mis 18 y 24 años y no me ha vuelto a ver desde entonces, seguramente dirá: "Es una historia digna del Negro, pero a mi no me hace creer que venía a la velocidad permitida. Seguramente escondió 30 o 40 km/h!!"... Si quien lee, en cambio, me conoce de hace poco podrá decir: "Ufff, qué susto, aunque seguramente no podrá estar muy atento mientras conducía, cantando y meneándose con la música a tope como hace siempre!!!"... Pero si el lector fuera alguien que no me conoce de nada, me creerá toda la historia sin poner en duda ningún detalle...

¿Por qué cuento esto? Porque reflexionaba sobre una frase de Robert De Niro en su última película. En ella interpreta a un personaje bastante enigmático que tiene "poderes paranormales", y hablando con un gran detractor, le decía: "Percibirás la verdad cuando no esperes nada"... Quien me conoció en mi juventud no esperará que no supere los límites de velocidad, y creerá que miento; quien me conoce desde hace poco no esperará que no conduzca distraido, cantando y bailando alguna de mis canciones favoritas, y creerá que miento; a quien le he mentido 10 veces no esperará que no le mienta, a pesar de haberle dicho la verdad miles de veces; quien no me conoce no esperará nada, y creerá que digo la verdad... "Percibirás la verdad cuando no esperes nada..." Porque la verdad no es una sola. Porque la verdad está condicionada. Porque la verdad es, generalmente, relativa. A veces necesitamos escuchar las dos campanas, o las tres, o las tantas, para, recién entonces, acercarnos a la verdad. Y es que está contaminada por eso que esperamos. Por otro lado la misma historia verdadera que acabo de contar será distinta si la cuenta el camionero. Él le agregará sus vivencias, sus miedos, sus circunstancias. Así como yo he alabado su habilidad, él podrá culparme por mi inconciencia; podría ser al revés incluso. Su historia diferirá de la mia, aún siendo la misma. Y distintas como puedan ser, serán veraces las dos.

Desde hace unos días estoy cabreado a propósito de estos temas. Hace un tiempo que vengo esforzándome en cambiar algunos aspectos de mi y de mi vida con más o menos sobresaltos. Dicen que el hombre es un animal de costumbres, y yo soy más animal que de costumbre aunque sigo aprendiendo. Pero por más logros que consiga sigo arrastrando todas las mochilas de mis fracasos. Y estoy cansado. "Yo soy yo y mis circunstancias, y si me quiero arreglar, también a ellas..." dijo, palabras más o menos, Ortega y Gasset. Y yo, como todos, también. Yo y mis circunstacias... ¡Le guste a quien le guste, lo entienda quien lo entienda, o le pese a quien le pese! ¿Quedó claro?

lunes, 23 de enero de 2012

Machismo

Entrados ya en el siglo XXI todavía podemos ver, a través de documentales, lugares y gente vírgenes de "civilización". Son ventanas abiertas al pasado que nos permiten reconstruir cómo era la vida hace decenas de miles de años y trazar, a partir de allí, un dibujo que nos permite apreciar la evolución humana. Es verdad que no quedan muchos. Esa misma evolución se encargó, poco a poco, de exprimir la tierra y aniquilar a sus ocupantes; pero tanto en regiones de Africa, como en las selvas amazónicas brasileña o ecuatoriana, en Alaska o en el Tibet se sabe de la existencia de comunidades indígenas que viven como hace cientos de siglos.

¿Primitivos? en cuanto viven como en sus principios podemos decir que si... ¿salvajes? ellos dirán que no, que en realidad los salvajes somos "nosotros", los "civilizados". Saben que, a pesar de ser explotados, no son inferiores; saben también que la pobreza material no es sinónimo de incompetencia moral...

Los Shuar del Amazonas ecuatoriana, por ejemplo (y digo "por ejemplo" porque no son solo ellos los que viven bajo este precepto) saben que hombres y mujeres son iguales. Pero tienen diferentes cometidos. Los hombres matan animales para comer, cortan árboles para leña y combaten a otros hombres. Las mujeres crian a los niños, cuidan los cultivos, mantienen el fuego del hogar, y tienen, además, la importante misión de decirles a los hombres cuándo deben detenerse en sus tareas. Incluso los hombres cazan animales y cortan leña cuando hay comida y leña suficientes a menos que las mujeres los detengan. Y es que son las mujeres las que llevan en su ser la inteligencia y la sensibilidad necesarias para saber cuándo entran en conflicto las necesidades comunales y la naturaleza que los abastece. Cuentan que cuando miembros de los Shuar visitaron una ciudad preguntaron: "¿Y dónde están sus mujeres?... ¿Por qué no han detenido a los hombres?"

Pienso que esos grupos de "salvajes primitivos" representan valores humanos auténticos y que, para cambiar el mundo actual por uno mas justo, todo lo que debemos hacer es recuperar el equilibrio entre hombres y mujeres en toda la pirámide de nuestra sociedad, empezando desde su punto mas alto, desde su cúspide. Pirámide que está basada en jerarquias masculinas. Jerarquias que se deben cambiar...

Ese "todo lo que debemos hacer" es un "todo" demasiado grande. Llevamos mucho tiempo de machismo, y así nos ha ido. Vivimos en un mundo mezquino y terriblemente injusto. No se puede seguir así. Y ya es hora de cambiar, de devolverle a la mujer el papel que le corresponde desde que el ser humano como especie se socializó. Y de que ella pegue un puñetazo sobre la mesa y le diga al hombre que ya es tiempo de detenerse, que tenemos comida y leña suficientes; y que se encargará, ella, de repartirlas mejor, con justicia. Un comienzo de semejante tarea es definirlo, convencernos. Todos...

miércoles, 11 de enero de 2012

El valor de las palabras

Un chico joven, guapo, carismático, graduado con honores en Ciencias Económicas en una prestigiosa universidad trabajaba en una importante entidad financiera. Sus clientes, a quienes él les gestionaba sus carteras de inversiones, estaban encantados porque ganaban muchísimo dinero. Por supuesto que sus ascensos en el escalafón laboral eran constantes, siempre arropado por un alto ejecutivo de la entidad.

A medida que su éxito aumentaba fue cambiando sus costumbres. Cuando antes pasaba toda la jornada sentado en su escritorio, pegado al teléfono y pendiente del ordenador, ahora salia cada día tres horas sin informar dónde y cuando volvía rehuia dar explicaciones. Sus resultados seguian siendo los mejores de entre sus compañeros, pero su implicación parecía no ser la misma. Y su jefe se inquietó...

Tanto que, al ver que el tiempo pasaba y las nuevas costumbres de su pupilo se afianzaban, sospechando que podía estar trabajando por su cuenta o lo que es peor, para la competencia, contrató a un detective para que siguiera los pasos del joven ejecutivo. Al cabo de un par de semanas de seguimiento el detective se presentó en el despacho del jefe y le informó...

"Luego de dos semanas de seguimiento -comenzó diciendo el detective- pude comprobar que el comportamiento del joven ha sido siempre el mismo, cada día hace lo mismo... sale de la oficina a las 13 hs., se monta en SU coche y se dirige a SU casa. Una vez allí besa apasionadamente a SU mujer, hacen el amor en SU cama, se duchan y luego comen en SU cocina. Se despide de SU mujer, se monta en SU coche y vuelve a la oficina." "¡Qué alivio!" exclamó el jefe... "Por un momento temí que estuviera trabajando para la competencia. No debí haber desconfiado de él..." El detective lo interrumpió: "Perdón pero... ¿puedo tutearlo?"... "Por supuesto" contestó el jefe... "entonces -prosiguió el detective- te lo cuento otra vez: sale de la oficina a las 13 hs., se monta en TU coche y se dirige a TU casa. Una vez allí besa apasionadamente a TU mujer, hacen el amor en TU cama, se duchan..."

Cuento esto porque he tenido, en un par de días, dos episodios donde el lenguaje, por su riqueza uno y por su mal uso el otro, me ha traído un problema y una gran indignación. La palabra es un arma poderosa, tanto para construir como para destruir; y muchas veces no nos damos cuenta de su valor. Y la usamos con liviandad. Hace unos 250 años comenzó en buena parte del mundo un movimiento revolucionario independentista que rompió con las cadenas que unían a las colonias con las potencias coloniales, usando la palabra como primer arma. ¿O de qué modo, sino, se creó el movimiento? Pues hablando y convenciendo, y el mundo conocido y establecido cambió...