Muchas veces creo que, en general, no nos damos cuenta del valor histórico que tendrá en un futuro no muy lejano la época en que nos ha tocado vivir. Una época marcada por grandísimas tragedias, por guerras, asesinatos y desastres naturales. Y las consecuencias que todo eso nos trajo luego. Serrat dijo una vez que no podía prever que la incompetencia y la soberbia de la especie humana se consolidara como está consolidada hoy en día. Nos abrieron la caja de Pandora ante nuestras narices sin que nadie hiciera nada por evitarlo. O en realidad si... Porque también hubieron grandes logros. Y gestas increibles, hijas de los sueños de algunos que no se conformaron con ser espectadores de un presente condenado a ser historia. Prefirieron ser sus protagonistas con un espíritu y una determinación que me emociona como hombre vulgar que soy. Alfredo Barragán es uno de estos.
Alfredo Barragán era, a principios de los años '80, un joven abogado de la ciudad de Dolores, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Se define a si mismo como un deportista, no al estilo tradicional, sino como aquel que se marca un reto, una aventura. Sin importar el resultado final si el intento por vencer es hecho con todo lo que dispone. Con ese ánimo escaló varias veces el Aconcagua, o descendió en canoa caudalosos ríos en travesias de varios días. Intrigado por el origen de las colosales Cabezas Olmecas (México) de rasgos africanos, y por las similitudes que encontró entre las culturas americanas precolombinas y las africanas, se propuso demostrar que era posible que una primitiva balsa hecha de troncos pudiera cruzar el océano desde Africa hacia América un par de miles de años antes de que lo hiciera Colón. Con las corrientes marinas y una pequeña vela como únicos motores. ¿De que forma lo iba a demostrar? Pues construyendo una balsa y lanzándose al mar!! Formó un equipo de amigos-expedicionarios con tanto entusiasmo que incluso uno de ellos ¡no sabía nadar! Fabricaron la balsa con 9 troncos y una pequeña choza de 1,5 mts. de altura, sin timón, con sogas hechas por ellos mismos de fibra vegetal. Zarparon de Tenerife y tras 52 días y 5.500 kilómetros llegaron al puerto de La Guayra (Venezuela). De la ruta original calculada y trazada por ellos no se desviaron mas de 20 millas náuticas, a pesar que fueron guiados solo por las corrientes marinas. Venció al desafío que él mismo se había planteado, poniendo en práctica lo que decía el lema de la expedición: "QUE EL HOMBRE SEPA QUE EL HOMBRE PUEDE".
He tenido la suerte de poder ver la balsa personalmente. Me estremeció. "Que el hombre sepa que el hombre puede" me repito ante cada adversidad. O, lo que es lo mismo: Que tu sepas que tu puedes, que ella o él sepa que ella o él puede, que yo sepa que yo puedo. QUE TODOS SEPAMOS QUE TODOS PODEMOS. Solo así, con ese ánimo, haremos lo necesario para dejar de ser espectadores y pasar a ser partícipes de nuestra propia historia.
Hombre de coraje, don Barragán. Es cierto, el hombre puede, pero debe estar dispuesto a sacrificar otras cosas por llegar a su objetivo, y sobre todo a arriesgar. No siempre estamos dispuestos a correr riesgos reales. Claro que, como dice el dicho "el que no arriesga, no gana"
ResponderEliminarMuy buena historia!!!
Ahora, la crítica constructiva, sin ningún ánimo de ofender. En la cita de Serrat pusiste "preveer" y es "prever": ver previamente, no veer previamente. I´m sorry, me sale la maestra aunque a veces intente reprimirla. Besossssss. Te quiero!!!!
¿Qué crees que sacrificó Don Barragán por su aventura? ¿Y qué crees que ganó, además? Para un tipo como él el sacrificio hubiese sido no intentarlo, esperar a que fueran otros los que probaran su teoría. Y se ganó no solo el respeto y admiración de tantos, sino y más importante, la propia satisfacción de un desafio cumplido.
ResponderEliminarGracias por la corrección. Como verás estoy atento!!!
Millones de besos!!!
Me gusta tu blog!!!
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