Hay quien sabe, porque algo leyó, que la atracción entre dos personas no surge del aspecto físico sino de la personalidad, que cuando es empática, trasunta cualquier atributo estético. Bueno… entonces, ¿porque dos personas se flechan de forma irracional sin saber uno practicamente nada del otro?, ¿eso es placer o “enamoramiento”?
Los psicólogos dicen que parece enigmático pero que no lo es, que esa sensación indescriptible que te pega a la altura del hígado y te deja medio tonto no es ciega, que surge de una ecuación genético-cultural. Sin embargo, la gente se repele y se atrae por causas que la ciencia aún no logra descubrir del todo, porque lo de las feromonas y la educación sentimental, está bien, pero no alcanza. El flechazo puede ser mágico pero también peligroso porque condiciona nuestra conducta y nos obliga a obtener satisfacción, cumplir con la promesa del alivio, placer y éxtasis que nos genera. Muchas cosas, buenas o malas, suceden bajo los efectos de esta sensación. Así es que, ciegos de deseo o lo que fuere, a veces no vemos el cartel que nos dice cual es la dirección correcta.
Los empíricos dirán que, a veces, cuando no vemos la dirección correcta, se debe unicamente a que no existe dirección erronea. Como si la certeza del camino que debemos coger proceda de una mera acción de descarte. Si no hay error se debe a que no hay acierto. Elijamos el camino que elijamos entonces, lo andaremos sin descubrir hasta llegado su final a que sitio nos puede llevar.
Un racional aseverará que no existe la ausencia del camino erroneo, ni del correcto. Que si no logramos ver el uno o el otro no se debe a su inexistencia, sino a nuestra ceguera. Es que no logramos verlos por incapacidad, exceso de entusiasmo, encandilamiento, fogonazo. Estas causas suelen ser transitorias. En algún momento, mas tarde o mas temprano menguan, casi hasta la desaparición. Y allí nos damos cuenta que los caminos siempre estuvieron ahí, aunque, si cogemos el equivocado, pueda ser tarde para una marcha atrás.
Estoy convencido que la vida es como una serie de habitaciones que debemos habitar. Y que aquellos con quienes coincidimos en ellas configuran nuestras vidas. Por amor u odio. Por aprendizaje o enseñanza. Por influencia buena o mala. Siempre nos marca, nos condiciona. No nos deja indiferentes. Las vivencias que experimentemos en cada una de ellas nos deja siempre un mensaje que debemos saber interpretar. En nuestra mente y en nuestro corazón. En nuestra razón y en nuestra alma. Será para siempre una marca grabada a fuego en nuestro propio ser. Y no podremos renegar de ella.
Y un día sus vidas coincidieron. Tal vez fortuitamente, aunque prefiero creer que no. Que de algún modo se buscaron. Que siempre se desearon, necesitados en un principio de esa sensación que golpea el hígado, de ese flechazo mágico y peligroso. Pero solo en un principio. Afortunadamente solo en un principio. Porque luego de recuperados los sentidos, aplacados el placer y éxtasis y las feromonas en niveles aceptables, pudieron descubrirse tal cuales son. Se aprendieron sin aprehenderse. Se conocieron sin corses, sin ataduras. Aunque vivan con ellos. Cual convictos con libertad vigilada (¡que contrasentido: libertad vigilada!). Cuidándose de no dar un paso mas allá de preceptos aceptados de antemano, temerosos de volver a un estado de ligazones, grilletes y cadenas. Y sin creerse todavía que el martillo que romperá las ataduras está hecho de sentimientos y convicciones, ajustado firmemente al grueso cabo de sus deseos...
Muy bueno!!! Muchas veces me pregunto, ¿qué es lo que me enamoró de mi marido? ¡Qué es lo que me mantiene enamorada de él luego de 28 años? Nunca obtengo respuesta, pero es lo que menos importa...
ResponderEliminarDesde hace unos días estoy tarareando una canción del gran Jairo, esa que dice "... no me hablen de la libertad, la libertad no es caminar sin rumbo por cualquier lugar...". Tal como decís, Diego, la química entre 2 personas existe, y es para mí también un enigma. Pero es de esos que condimentan la vida. También es cierto que uno no puede amar aquello que no conoce: me ha pasado que "conocí" gente durante años pero sin importarme demasiado, hasta que una situación particular mostró una faceta que no había visto... y todo cambió. Está bueno lo que decís de las habitaciones!, es tal cual. Entre todas las cosas buenas que tiene enamorarse de alguien, está la oportunidad de aprender a ser mejor persona contigo mismo, de aprender a dar y recibir el sentimiento más profundo. Soy de la idea que en esta vida unicamente tiene derecho a catalogarse como fracasado aquel que no supo dar y recibir amor. El resto son elecciones, experiencias y aprendizajes. Pero como decía San Pablo: "Si no tengo amor, no soy nada". Abrazo grande Diego!.
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