Una lluviosa noche de invierno estaba conduciendo por una autovía de dos carriles por mano, bien asfaltada y mejor señalizada. La conocía bien; hago ese viaje de unos 100 kms. con bastante frecuencia desde hace unos 3 años. Ocupaba el carril izquierdo, superando una larga fila de camiones, a una velocidad algo inferior a la máxima permitida. Aquellos que me conocen saben que disfruto conduciendo, y más cuando las condiciones no son las mejores, así que no estaba ni tenso ni nervioso a pesar de la lluvia y la mala visibilidad. Cuando llegué a la cola de uno de esos camiones, su conductor empezó a abrirse hacia mi carril para superar a un coche bastante más lento. Intenté frenar, pero se bloquearon las ruedas traseras y, por un instante el coche coleó. Solté el freno, bajé de 5ª a 4ª velocidad y aceleré con el pedal a fondo. Lo enderecé. Mientras tanto el camionero al fin se da cuenta de mi presencia y, frenando a su vez, intenta volver a su carril. En su maniobra el trailer se le cruza, empezando a descontrolarse. Como última alternativa para evitar el choque me tiré todo lo que pude (mientras pensaba que estaba a punto de darme el tortazo de mi vida) al muro medianera que separa las dos manos y pasé, a escasísimos centímetros de este, por un lado, y por el otro, del camión. Una vez pasado el susto seguí acelerando, golpeando el volante, viendo por el espejo que el camión también había logrado pasar, con mi corazón a cientoymuchas pulsaciones, excitado, gritando "si, si, si" en un "si, el coche sigue entero", "si, sigo vivo", y "si, vivo y en una sola pieza", alabando mi pericia y la del camionero.
Ahora bien... Si quien lee esto es un amigo que me conoció entre mis 18 y 24 años y no me ha vuelto a ver desde entonces, seguramente dirá: "Es una historia digna del Negro, pero a mi no me hace creer que venía a la velocidad permitida. Seguramente escondió 30 o 40 km/h!!"... Si quien lee, en cambio, me conoce de hace poco podrá decir: "Ufff, qué susto, aunque seguramente no podrá estar muy atento mientras conducía, cantando y meneándose con la música a tope como hace siempre!!!"... Pero si el lector fuera alguien que no me conoce de nada, me creerá toda la historia sin poner en duda ningún detalle...
¿Por qué cuento esto? Porque reflexionaba sobre una frase de Robert De Niro en su última película. En ella interpreta a un personaje bastante enigmático que tiene "poderes paranormales", y hablando con un gran detractor, le decía: "Percibirás la verdad cuando no esperes nada"... Quien me conoció en mi juventud no esperará que no supere los límites de velocidad, y creerá que miento; quien me conoce desde hace poco no esperará que no conduzca distraido, cantando y bailando alguna de mis canciones favoritas, y creerá que miento; a quien le he mentido 10 veces no esperará que no le mienta, a pesar de haberle dicho la verdad miles de veces; quien no me conoce no esperará nada, y creerá que digo la verdad... "Percibirás la verdad cuando no esperes nada..." Porque la verdad no es una sola. Porque la verdad está condicionada. Porque la verdad es, generalmente, relativa. A veces necesitamos escuchar las dos campanas, o las tres, o las tantas, para, recién entonces, acercarnos a la verdad. Y es que está contaminada por eso que esperamos. Por otro lado la misma historia verdadera que acabo de contar será distinta si la cuenta el camionero. Él le agregará sus vivencias, sus miedos, sus circunstancias. Así como yo he alabado su habilidad, él podrá culparme por mi inconciencia; podría ser al revés incluso. Su historia diferirá de la mia, aún siendo la misma. Y distintas como puedan ser, serán veraces las dos.
Desde hace unos días estoy cabreado a propósito de estos temas. Hace un tiempo que vengo esforzándome en cambiar algunos aspectos de mi y de mi vida con más o menos sobresaltos. Dicen que el hombre es un animal de costumbres, y yo soy más animal que de costumbre aunque sigo aprendiendo. Pero por más logros que consiga sigo arrastrando todas las mochilas de mis fracasos. Y estoy cansado. "Yo soy yo y mis circunstancias, y si me quiero arreglar, también a ellas..." dijo, palabras más o menos, Ortega y Gasset. Y yo, como todos, también. Yo y mis circunstacias... ¡Le guste a quien le guste, lo entienda quien lo entienda, o le pese a quien le pese! ¿Quedó claro?