Cuando era un crío, tanto con mis amigos del barrio como con mis compañeros del colegio solíamos jugar a un juego en el que dos equipos tiran de una soga, intentando llevar al bando contrario a territorio propio. Es un ejercicio que no solo requiere fuerza bruta, sino también coordinación en el esfuerzo, equilibrio e inteligencia. Este juego me parece una buena alegoría para retratar a la política de estos tiempos.
Hasta la caída del muro de Berlín los dos equipos eran el comunismo y el capitalismo, claramente diferenciados. El pulso nos mantuvo en vela por décadas, y con muchos momentos de sobresaltos. Y hubo un claro ganador: el equipo comunista cayó al campo capitalista con tal violencia que los jugadores se mezclaron y es, desde entonces, difícil diferenciar quien pertenecía a quien; y tanto que hasta los chinos demostraron que se puede ser comunista en cuanto a su concepción política adoptando una economía capitalista.
Y los chicos quisieron seguir jugando... Así que en el campo "Capitalismo" se formaron dos equipos, tomaron la soga y, ubicándose muy cerca los unos de los otros, comenzaron a tirar otra vez. Por ahora la lucha se mantiene pareja; los de la izquierda y los de la derecha se alternan una supuesta supremacía pero sin diferencias demasiado claras; y esto es así porque, en realidad, sus ADNs políticos y económicos son similares, con solo pequeños matices de diferencia.
Ante una crisis como la actual, furiosa y global, todos estaremos de acuerdo en la necesidad de hacer ajustes porque, si la economía no crece y se mantiene el nivel de gastos de antes de la crisis, caeremos en un déficit sobre otro difíciles de sostener. Es como en casa: si me bajan el sueldo debo achicar gastos y optimizar los recursos o no llego a fin de mes. Y en esa gestión de los recursos, en las prioridades sobre su uso, es donde se encuentran las diferencias de ADN...
Todavía no hemos podido responder a la cuestión del huevo o la gallina. Sanear el sistema financiero, para que puedan prestar a las empresas, para que aumenten la producción y creen empleo, como pregonan las voces que vienen desde la derecha; o no recortar beneficios sociales, incentivando obra pública para que la población tenga empleo, para que consuma, para producir más como gritan desde izquierdas... Los resultados logrados con ambas políticas no son contundentes. Ninguno de los dos equipos ha logrado aún vencer en el tironeo. Y, me temo, así seguiremos fluctuando ciclicamente, haciendo que (como dice Piedrahita) los gobiernos sean como un exprimidor: te exprimen por la derecha, para luego hacer lo mismo por la izquierda, jugando con el descontento de la gente...
(Por mi parte prefiero ponerme del lado de los que tiran para la izquierda. No me van el rescate a los bancos, ni la amnistía fiscal a grandes empresas que, en su mayoría, depositan su dinero en paraísos fiscales mientras presionan al autónomo, ni la subida de impuestos al consumo. Prefiero que bajen el IVA y otros para que podamos comprar más con el mismo dinero, y así empezar a hacer girar la rueda productiva.)
Las similitudes las conocemos, y nos alejan de esa clase política. Ni derechas ni izquierdas proponen reducir el aparato político; no recortan subsidios a partidos, sindicatos o iglesias; no se bajan sus suculentos sueldos; ni hacen desaparecer organismos que se duplican para una misma tarea. Por la incapacidad, impericia o, en el peor de los casos, falta de voluntad de realizar esos recortes estructurales el pueblo tiene la necesidad (y casi la obligación) de manifestarse evidenciando el descontento. Los gobernantes deben saber que la población a la que dicen representar no quiere ser escuchada solo a través de las urnas. El compromiso del político con sus representados debe ser permanente. Es hora de que entendamos que, con una crisis como la que atravesamos, tenemos mucho que decir. Parafraseando a Alfredo Barragán: "¡¡QUE EL PUEBLO SEPA QUE EL PUEBLO PUEDE!!"
martes, 17 de julio de 2012
domingo, 1 de julio de 2012
Principio de Incertidumbre
Mi padre ha sido un buen padre. Como tal tuvo muchísimas virtudes y algunos defectos, al contrario de lo que he sido yo como hijo. Me dió mucho, y le devolví menos. Sin intención de evaluar mi relación con él puedo decir que lo que sí eché en falta fueron momentos de charla profunda, de esas que desnudan el alma, que muestran lo escencial de la vida en general y de nosotros en particular. Solo hemos tenido una, hace por estas fechas ya 6 años...
El tema de esa charla fundacional fué "La Muerte". No era raro, él estaba ya muy enfermo, el plazo de sobrevida que habían dado los médicos expiraba; y lo sabíamos y lo aceptábamos. Igual me sorprendió. Tumbado en su cama, de donde casi no salia, me preguntó: "Negro... ¿qué hay, para ti, después de la muerte?"... Pensé en responderle lo que él quería escuchar pero, en verdad, no sabía qué era. Luego pensé en elegir contarle de entre las respuestas posibles la más llevadera, la menos traumática, la más liviana; pero durante todo el proceso de su enfermedad demostró una entereza y una valentía tal que no merecía otra cosa que saber la verdad, por más dolorosa que esta fuera... "Nada - le dije - pero en realidad no importa lo que yo piense, sino lo que tu sientas"... "Pues yo creo que me reencontraré con tus abuelos, y con Antonio..." me contestó. Se quedó callado, supongo que imaginando...
No hay términos medios. O hay algo o no hay nada. No se puede escapar de la disyuntiva, hay que tomar partido, convencerse, aceptarlo. Porque esa opción por una u otra idea sobre nuestro morir condicionará nuestro vivir.
Por lo general, el que cree en una vida después de la muerte la imagina idílica, paradisíaca. Recorre el blanco tunel iluminado, y al final lo esperan sus seres más queridos, esos que recorrieron el mismo tunel antes. Algo así relatan quienes, antes de llegar al abrazo, pudieron retornar. El tránsito por la vida, entonces, es un simple recorrido obligatorio para llegar al objetivo, a un estado superior, perfecto, eterno...
Lo que pensamos que no hay nada atribuimos esas "visiones" de túneles y seres queridos a un complicado proceso químico que se produce en el cerebro mientras este se apaga; o a otra causa, dá igual; porque ni una ni otra teoría está demostrada cientificamente. Y debemos considerar a la vida como el único objetivo. La muerte es su conclusión. Lo que hagamos "aquí" es todo cuanto importa, y todo tiene consecuencias.
Como el Principio de Incertidumbre de Heisenberg que nos dice que hasta la simple observación a un objeto perturba sus propiedades al punto de modificarlo.El mundo sería distinto si en vez de habitarlo nosotros, todos y cada uno, con su nombre propio, lo hubieran habitado otros...
Me sobrecoge entonces la idea de las cosas que han cambiado solo por haber estado yo allí... Me gustaría saber en que has cambiado por haber estado conmigo... Me enorgullece haber cambiado por haber estado contigo... Principio de Incertidumbre; no podría vivir de otra manera...
El tema de esa charla fundacional fué "La Muerte". No era raro, él estaba ya muy enfermo, el plazo de sobrevida que habían dado los médicos expiraba; y lo sabíamos y lo aceptábamos. Igual me sorprendió. Tumbado en su cama, de donde casi no salia, me preguntó: "Negro... ¿qué hay, para ti, después de la muerte?"... Pensé en responderle lo que él quería escuchar pero, en verdad, no sabía qué era. Luego pensé en elegir contarle de entre las respuestas posibles la más llevadera, la menos traumática, la más liviana; pero durante todo el proceso de su enfermedad demostró una entereza y una valentía tal que no merecía otra cosa que saber la verdad, por más dolorosa que esta fuera... "Nada - le dije - pero en realidad no importa lo que yo piense, sino lo que tu sientas"... "Pues yo creo que me reencontraré con tus abuelos, y con Antonio..." me contestó. Se quedó callado, supongo que imaginando...
No hay términos medios. O hay algo o no hay nada. No se puede escapar de la disyuntiva, hay que tomar partido, convencerse, aceptarlo. Porque esa opción por una u otra idea sobre nuestro morir condicionará nuestro vivir.
Por lo general, el que cree en una vida después de la muerte la imagina idílica, paradisíaca. Recorre el blanco tunel iluminado, y al final lo esperan sus seres más queridos, esos que recorrieron el mismo tunel antes. Algo así relatan quienes, antes de llegar al abrazo, pudieron retornar. El tránsito por la vida, entonces, es un simple recorrido obligatorio para llegar al objetivo, a un estado superior, perfecto, eterno...
Lo que pensamos que no hay nada atribuimos esas "visiones" de túneles y seres queridos a un complicado proceso químico que se produce en el cerebro mientras este se apaga; o a otra causa, dá igual; porque ni una ni otra teoría está demostrada cientificamente. Y debemos considerar a la vida como el único objetivo. La muerte es su conclusión. Lo que hagamos "aquí" es todo cuanto importa, y todo tiene consecuencias.
Como el Principio de Incertidumbre de Heisenberg que nos dice que hasta la simple observación a un objeto perturba sus propiedades al punto de modificarlo.El mundo sería distinto si en vez de habitarlo nosotros, todos y cada uno, con su nombre propio, lo hubieran habitado otros...
Me sobrecoge entonces la idea de las cosas que han cambiado solo por haber estado yo allí... Me gustaría saber en que has cambiado por haber estado conmigo... Me enorgullece haber cambiado por haber estado contigo... Principio de Incertidumbre; no podría vivir de otra manera...
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