martes, 10 de abril de 2012

La Cita


No, todavía no, por favor. Déjame quedarme unos minutos más. Ya sé que se me puede hacer tarde. ¿A quién se le ocurrió la genial idea de que el despertador vuelva a sonar después de apagado? Hace años, al menos podía excusarme diciendo que lo apagué de forma casi instintiva, que el manotazo se lo di dormido. Pero ya no, ahora insiste. Y, para colmo, también estás tú, que no dudas en sacudirme del hombro; a veces con violencia, siempre sin contemplación. ¿No te pasa que, a veces, la cama sabe distinta? No tiene que ver con las sábanas, no. Tampoco con el cansancio que tengo acumulado, ni con la cantidad de horas que llevo durmiendo, que tampoco son muchas, y es que anoche me costó conciliar el sueño. Es una sensación sobrecogedora. Como si cada terminal nerviosa de mi cuerpo capte el contacto cálido y protector del colchón y hagan que los músculos se relajen laxos, maleables. Ríete si quieres. Tal vez sea curioso que justo hoy sienta eso. Pero es la verdad. No quiero encubrir mis miedos, no es eso. Tampoco quiero eludir lo que me toca. Ya me conoces, no le doy la espalda ni a los desafíos ni a las responsabilidades. Además ¿cuánto hace que sabemos que este día llegaría?

No hace falta que me traigas el café. Me gusta prepararlo, es parte de mi ritual. Y puedo aprovechar para echarle una última ojeada a los papeles. Hace unos días que están listos. La carpeta verde es la que te dejo, los míos están en la negra. Por suerte, al menos en este tema, todo salió medianamente bien. O todo lo bien que la soberana burocracia permite. Permisos, autorizaciones, poderes, declaraciones juradas, apostillados. Conocía esas palabras, claro. No así sus profundidades, ni sus alcances. ¡Doy fe! Perdona, sé que no es momento para bromas.

¿Despierto ya a los chicos o les dejo dormir un rato más? Pobres. Muy tarde anoche todavía los escuchaba. Él tratando de consolarla, de parar su llanto, de mitigar su angustia. Hasta que se durmieron llorando a dúo. Vale, es cierto que ya lo habíamos hablado, que hemos sido claros. Les explicamos sin prisas y con calma (la que no tengo ahora) lo que hoy iba a pasar. Pero son pequeños, y por más esfuerzos que hagan en imaginar el futuro, esa imagen no se ajustará a la realidad en la medida en que nunca les ha tocado sufrir. La imaginación de un niño es amplia y fecunda para lo bueno o lo fantástico, nunca para lo malo. Ya nos lo avisó esa terapeuta amiga de tu prima: primero sufrirán, luego lo aceptarán; aunque es imposible predecir en cuanto tiempo. A propósito... ¿a que es guapa la psicóloga?... Ya, lo he vuelto a hacer, discúlpame, nada de chistes.

Por suerte con la cuadrilla fue todo menos dramático de lo que esperaba. Tal vez ayudó que no les hayamos adelantado el motivo de la convocatoria a la mariscada en casa. Nadie se imaginó nada. Y solo después del tradicional aplauso al cocinero, cuando propuse el brindis y les contamos, pude apreciar la sorpresa en sus rostros. Les duró solo un momento. Lo asimilaron rápido. Ni siquiera Osvaldo, tan proclive a liarla, sobre todo con un par de crianzas encima, dijo algo inconveniente. Luego de un corto silencio (que a alguno le habrá parecido eterno), cada uno dijo lo suyo. Estuvieron bien, justo es decirlo. Cada uno con su estilo, con más o menos fundamento, pero todos sinceros. Solo espero que cumplan lo que prometieron. Que nada va a cambiar. Que después del mal trago seguiremos siendo lo que somos ¿hace ya cuarenta años?... ¡Madre mía!

No me lo digas. Ya es la hora. No hace falta que te quedes ahí, mirando. Prefiero la soledad durante el trayecto. Un último balance. También necesito sacarme un par de dudas. Lo hemos hablado muchas veces en el pasado, sobre lo que cuentan algunas personas que han ido y luego regresado. Entonces pensaba que exageraban, que por sus afanes de protagonismo contaban historias fantásticas para quedar luego como héroes. Ahora no estoy tan seguro. ¿O será que me conviene que sea como ellos dicen? Hablan de emotivos reencuentros, de que han visto gente famosa y muy interesante. No me mires así. Me voy, que esta gente no espera... Además ya los escucho, me están llamando... Ahí, tras la luz cegadora, al final del túnel...