jueves, 25 de noviembre de 2010

A todos nos pasa

No hace mucho tiempo atrás fui de visita a la casa de una gran amiga. En un momento dado, y por un hecho puramente casual, recordé algo que me había pasado en su compañía y que me provocó cierto dolor. Dolor por mí. Por algunas propias y posibles incapacidades, o errores, o falencias. Por querer asumir una responsabilidad que ni siquiera sabía a ciencia cierta si me correspondía, pero que hice mía. Ese recuerdo de alguna manera me turbó. Como mi amiga me conoce bien enseguida se dió cuenta que algo me afectaba, y me convenció para que se lo contara. Y ahi pasó... La reacción de ella fué, para mi, completamente inesperada, exagerada, desmedida. Sé lo gran persona que es, de su inteligencia y de cuánto me aprecia. Pero a pesar de eso interpretó mi dolor como un ataque hacia ella y sus procederes, y, como un animal acorralado, atacó...
No entiendo por qué razón el ser humano se comporta de esa forma. Y digo el ser humano porque todos embestimos mas o menos igual. Alguien dirá que es por nuestro origen animal, por instinto de conservación. Pero lo que distingue a los humanos del resto de especies animales es precisamente su capacidad de razonar. ¿Porqué a veces no la usamos? A ti, a mí o a cualquiera nos pasa. Por diferentes razones, bajo distintas circunstancias, por diversos motivos, algo o alguien nos enciende la mecha y ¡¡zas!! Explotamos sin pensar.
Me resisto a contabilizar la cantidad de veces que actué de esa forma. Porque fueron demasiadas, porque ya he hecho daño. En cambio me propongo, cuando sienta que la mecha esté a punto de encender, realizar el ejercicio de respirar profundo. Buscar argumentos y exponerlos con sencillez y tranquilidad. Escuchar razones porque no soy dueño de la verdad. Aceptar discrepancias. Pedir perdón. Haz lo mismo. No nos convertiremos en la Madre Teresa, pero de seguro, viviremos mucho mejor. Que así sea.
Ahhh! Para los curiosos que quieran saber cómo terminó el enfado les cuento que después de varios días de cruzarnos e-mails, llamadas telefónicas y una visita creo (solo creo) que me entendió...

viernes, 19 de noviembre de 2010

Mendigo

Oreste Berta es, seguramente, el mejor constructor integral de coches de carrera de toda la historia del automovilismo de la Argentina, habiendo sido, incluso, consultor y proveedor de equipos de Fórmula 1. Fué él quien me contó esta historia una soleada tarde de pruebas en el autódromo de Buenos Aires y que ahora comparto:
A finales de los años '60 Berta construye 3 Torino de Turismo Carretera y, como era de costumbre en la época, los lleva a probar por un camino poco transitado. Sale con el primero, va y viene, funciona perfecto. Pone en marcha el segundo, el mismo recorrido, igual resultado. Arranca con el tercero, pero falla. Revisan (el mismo Berta con su equipo de 15 mecánicos) los carburadores, pero la falla sigue. Tres intentos tratando de poner a punto y nada. Ocupados como estaban no se percataron de la presencia de un mendigo, que observaba en silencio el trabajo a una distancia prudencial, preocupado en no estorbar pero sin perder detalle. Al cabo de unos minutos el mendigo exclama: "¡¡Uauuuuu!! ¡¡Carburadores Weber 45!!" Era extraño. Ese modelo de carburador (fabricado solo para competición) había sido lanzado un año antes. "Desarmen las trompetas de admisión, seguro que los centradores que llevan dentro están montados al reves" agregó. Le hicieron caso. Salió Oreste a probar y el coche funcionaba perfecto. Al bajarse buscó al mendigo, pero ya no estaba...
Cada vez que recuerdo esta anécdota pienso:
Que nunca sabes quien se esconde detrás de un determinado aspecto...
Que la presencia es importante, pero no es determinante...
Que no se debe desestimar ninguna opinión...
Que, ante un problema, la solución puede llegar de donde menos la imagines...
Que siempre hay alguien que tiene algo que enseñar...
Y estoy seguro que a ti se te ocurrirán más...

sábado, 13 de noviembre de 2010

Vasto mundo

Mi primera infancia, y hasta los 10 años mas o menos, transcurrieron en un barrio (Barrio Namuncurá) de la localidad de Ezpeleta. Era un barrio de clase trabajadora, familias de clase media con ganas de progresar, de "primera casa propia" comprada con créditos hipotecarios. Cuadrado perfecto de 100 metros de lado, con dos tipos de casas: de una planta las cercanas a los ángulos y de 2 plantas las centrales. El perímetro estaba constituido por 3 calles de tierra y "la avenida", que era la asfaltada y única vía de comunicación directa con el resto del partido. Y en el centro (de la manzana y de mi vida) una canchita de futbol huérfana de césped pero pródiga en hazañas deportivas.
Para ser estricto, ese era el barrio donde vivían mis padres. No pienses que me había emancipado a los 6 años!!! Es que, a esas edades, el barrio que nació cuando mis amigos y yo lo poblamos, lo recorrimos y lo conquistamos, se extendía solo hasta donde mi madre (y las madres de mis amigos) nos podían ver asomadas a la puerta, hasta donde el llamado a tomar la leche podía ser escuchado. El resto, los otros tres lados del cuadrado, conformaban otros barrios, un territorio para nosotros misterioso, lúgubre, inhóspito, amenazador, imposible de ser recorrido en soledad. Pero que, al fin de cuentas, formaba parte de mi, por entonces, vasto mundo.
A medida que el tiempo pasa y creces tu mundo se va ampliando. Vas conociendo primero tu ciudad, luego las ciudades lindantes, las lindantes a las lindantes... Hoy a mis 47 años mi "barrio" tiene mas de 10.000 kilómetros porque resido en España y mis hijos en Argentina. No alcanzo a dimensionar mi mundo. Pero seguro que sigue manteniendo la misma característica de mi "primer" mundo: una zona conocida y acogedora y la otra, inhóspita y misteriosa y por tanto cautivante...

lunes, 8 de noviembre de 2010

Experiencias... Enseñanzas... Expeñanzas...

Experiencias... Enseñanzas... Expeñanzas...
Porque cada experiencia deja una enseñanza. Porque a cada enseñanza la avala una experiencia. Serán las mías las que aquí cuente.
No pienses por ello que tengo una vida fuera de lo común. No soy un Gandhi, ni un Mandela, ni un Barragán (ya contaré de él para quien no lo conozca). Tengo una vida vulgar. ¿Interesante? Tal vez... ¿Intensa? Seguramente. Pero no muy diferente a la de cualquiera. Con fracasos, con errores, con éxitos y aciertos. Y de todo una lección aprendida (aunque no siempre aprehendida).
Pasen y lean... Encontrarán en este espacio un pequeño compendio de anécdotas que me han enseñado a ser quien soy; y, al fin y al cabo, conforman todo el activo que poseo. No lo negociaré, aunque estoy dispuesto a compartirlo...